Marketing de precisión: cómo diseñar una estrategia de contenido masiva para un público de 100 personas

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En marketing, muchas veces quedamos atrapados en una lógica de volumen: mientras más views, más likes, más leads, mejor. Pero hay casos en los que el éxito no depende de la masividad, sino de la precisión.

Esta es la historia de cómo definir bien un prospecto nos permite evitar dejarnos llevar por la idea de que el alcance valida el éxito de una acción. Lo que verdaderamente lo valida es la conversión. Vale más un like de un prospecto de valor que mil de personas que nunca comprarán nuestro producto o servicio.

Creer que más likes se traducen directamente en una mayor conversión es un error de los mandos directivos bastante más común de lo que debería.

Una consultora con un posicionamiento definido y un descubrimiento

Durante un proceso de acompañamiento con una consultora especializada en la implementación de modelos de gobernanza teal, surgió una observación clave: muchas de las organizaciones con las que deseaban trabajar, y que necesitaban reconfigurar sus estructuras jerárquicas, no eran simplemente empresas tradicionales. Eran antes que nada, empresas familiares.

Las revelaciones no llegan casi nunca en el trajín del hacer, sino al contemplar de manera sistémica los espacios que habitamos. La estrategia nace en la quietud, en la observación, en la conversación que luego habilita una acción inteligente.

En Paraguay y en gran parte de América Latina el 80 % de las empresas relevantes están atravesadas por lógicas familiares: herencias, liderazgos intergeneracionales, roles borrosos, decisiones cargadas de afecto que tensionan la operación del negocio, vuelven difusos los límites del rol profesional y dificultan la implementación de sistemas formales de gobernanza.

La consultora no solo tenía a la vista su mercado objetivo. También lo tenía en su mesa todos los días. Pero no le estaba ofreciendo una solución al dolor que había que abordar.

Sí, las empresas tenían problemas de gobernanza, pero antes de abordarlos había que resolver conflictos propios de las dinámicas relacionales de las familias. Y sabemos: eso no es una tarea sencilla.

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Un reposicionamiento estratégico y necesario

Lo que siguió no fue una campaña de comunicación. Fue un rediseño.

Se creó una nueva unidad de negocio especializada en Consultoría para Empresas Familiares, con un abordaje diferencial: integrar lo normativo con lo subjetivo y lo vincular, con foco en la institucionalización como transformación cultural.

Esto exigió no solo ajustar el discurso, sino crear una propuesta específica, con mensajes claros, procesos definidos y un equipo de especialistas visibles y validados.

Sin embargo, había un problema. A través de los canales tradicionales les estábamos hablando a todas las empresas, al público en general, a los encargados de recursos humanos… y esos no eran realmente sus prospectos.

Tenían que llegar a un perfil mucho más difícil de acceder, al que no se llega por LinkedIn o Instagram: había que llegar al fundador, al tomador de decisiones, al padre o hijo de esa familia que realmente podía poner en valor ese acompañamiento, porque experimentaba de primera mano los dolores que la consultora prometía solucionar.

Un ciclo de entrevistas como bisturí para llegar al prospecto de valor 

Fue entonces cuando apareció una idea que parecía contradictoria: crear un pódcast con estética de gran producción, para alcanzar a no más de 100 personas.

Sí. Leíste bien. Una pieza de contenido pensada como si fuera masiva, diseñada para llegar a un universo deliberadamente pequeño.

La premisa era simple: esos 100 eran los 100 correctos. Dueños, fundadores, herederos, asesores clave. Personas en posiciones estratégicas que, si conectaban con el mensaje, iban a multiplicar su impacto por vía relacional.

Nació entonces una serie de conversaciones con referentes empresariales, diseñada para hablar en profundidad sobre aprendizajes, transiciones, legados y liderazgo.

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Emparentar para amplificar: el uno a uno como arquitectura de alcance

La estrategia fue quirúrgica: cada entrevista era una puerta que se abría de forma personal.

Se convocaba uno a uno. No con formularios ni automatizaciones, sino con una invitación que ponía en valor al entrevistado. Se le ofrecía un espacio cuidado, profesional, estético. Un lugar donde pudiera lucirse.

Y eso tenía un propósito estructural: las personas invitadas lideraban muchas de las empresas familiares más grandes del país. Tenían no solo influencia, sino también redes de confianza construidas a lo largo de décadas.

Cuando uno de esos líderes aceptaba participar, no solo compartía su historia: compartía la entrevista. La enviaba por WhatsApp, la recomendaba a colegas, familiares y asesores.

Cada episodio era un gesto de confianza. Un vehículo que llevaba la narrativa de la consultora directamente al entorno de quienes podían contratar sus servicios, recomendarlos o volverlos parte de sus propios círculos.


Esta arquitectura de distribución relacional hubiera sido muy difícil, y costosa, de replicar desde medios pagos o campañas frías. Pero desde la lógica del emparentamiento narrativo, fue posible:

El pódcast operó como una excusa sofisticada para iniciar conversaciones estratégicas. Una plataforma donde la visibilidad se volvía reciprocidad.

Lo que pasó cuando el dolor y la solución se encontraron en una conversación

Los resultados fueron vitales, y después se volvieron virales.

  • El pódcast generó conversación interna en muchas organizaciones familiares.

  • Sirvió como disparador para que fundadores e hijos iniciaran diálogos sobre el futuro.

  • Se convirtió en herramienta de venta: “Escuchá este episodio y después hablemos”.

  • Despertó reconocimiento: “Esto es lo que nos pasa, pero nunca lo habíamos puesto en palabras”.

Y lo más inesperado: Spotify lo posicionó entre los cinco pódcasts de negocios más escuchados de Paraguay ese año.

Un contenido diseñado para resonar con 100 personas terminó conectando con miles. Porque en un contexto saturado de ruido, la precisión también puede volverse masiva.
No por alcance, sino por resonancia en la audiencia correcta.

El éxito no se mide en views o likes. Se mide en conversión eficiente. El alcance puede ser luego una de las bienvenidas consecuencias de hacer bien las cosas.

Reposicionar no es cambiar de claim. Es cambiar el abordaje de lo que hacemos.

Este pódcast no fue una táctica de difusión. Fue una estructura de vinculación cuidadosamente orquestada.

Un dispositivo narrativo de precisión quirúrgica que convirtió a los líderes en amplificadores y a sus redes en ecosistemas de legitimación.

Porque a veces, para transformar un mercado, no hace falta gritar más fuerte.
Hace falta conversar directamente con quienes necesitan lo que tenemos para ofrecer.

 

Este es el umbral.
Es hora de pensar fuera de la caja.

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